Una Palabra Pastoral sobre la Violencia Reciente en los Estados Unidos

Despertamos ante nuevas noticias de dolor. En el espacio de tan solo un día, cinco tiroteos masivos han desgarrado el corazón de los Estados Unidos. La tierra gime bajo el peso del duelo. Las familias quedan en angustia, las comunidades perplejas, y las almas heridas de maneras que no pueden medirse con el juicio humano.

No se trata de una cuestión política, ni de un debate pasajero, sino de la trágica realidad del mal que ha echado raíces en medio de nosotros. Vemos aquí la obra del adversario, que se complace en el caos, la destrucción y la desesperación. Vemos también la fragilidad de la condición humana, las heridas no sanadas de mentes afligidas por la enfermedad, y corazones endurecidos por la violencia. La oscuridad es grande, pero no es mayor que Dios.

Debemos hablar con claridad sobre este asunto. Satanás ronda como león rugiente, buscando a quien devorar. Y sin embargo, nuestra esperanza no está en nosotros mismos, ni en los poderes terrenales, sino en el Señor que vence a la muerte con la muerte. Sólo Jesucristo puede sanar el corazón, restaurar la mente y desterrar el terror de la noche.

Por tanto, doblemos la rodilla en oración. Supliquemos la misericordia de nuestro Señor sobre los difuntos, para que hallen descanso en su luz. Imploramos consuelo para los afligidos, fortaleza para los débiles, y sabiduría para quienes están encargados de proteger a los vulnerables. Y examinémonos también a nosotros mismos. Pues cada uno de nosotros está llamado a ser portador de paz, vaso de compasión y centinela contra la sombra que avanza.

Ahora es el tiempo de la conversión, de volver al Señor con todo nuestro corazón. Ahora es el tiempo de alzar nuestras voces en lamentación y también en esperanza, sabiendo que incluso en el valle de sombra de muerte, el Pastor camina con su rebaño.

Que el Señor conceda paz a esta tierra atribulada, convierta los corazones de la violencia, y eleve a su pueblo en santidad. Aferrémonos a Él, porque sólo Él es nuestro refugio y nuestra salvación.

«¡Ay de los que llaman al mal bien, y al bien mal, que ponen la oscuridad por luz y la luz por oscuridad, que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! … El Señor de los ejércitos es ensalzado en la justicia, y el Dios Santo se muestra santo en la rectitud.» — Isaías 5:20, 16 (Septuaginta)

En el amor de nuestro Señor Jesucristo,
Rvdo. P. Charles de Jesús y María

29 de septiembre de 2025

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